sábado, 1 de noviembre de 2008

PAJARITOS

El irremplazable placer de sentarnos con los chicos y volver a serlo por ellos, por nosotros.
Esta foto es un momento para compartir por su simpleza, por lo que logramos, por su belleza. En la costa del Río Uruguay, volviendo de Misiones, paramos a descansar en Yapeyú. Una costanera acogedora: ceibos, timbó, sangre de drago. Recién había llovido, el verde del pasto contrastaba con el gris del cielo y el aroma a "pasto fresco".
La tormenta había tapizado con flores caídas nuestro paso y Justo cuidaba de no pisarlas: "Pobres florcitas". Tantas flores rojas dispararon mis recuerdos de la infancia entrerriana: pajaritos hechos con las flores del ceibo, efímeros como lo que más perdura en la experiencia. Toda la narrativa infantil se desprendió repentinamente y cobraron vida, anidaron, volaron. De pronto fueron "colibies que comían de la flor", la que había llegado a mis manos de las manos más queridas.
Un tiempo de diálogo y de "conexión", un espacio para jugar. ¿Cuáles son los mecanismos, tal vez de autodestrucción, que ponemos en marcha cuando nos excluímos de estos placeres?? ADULTOS... A JUGAR ... A JUGAR POR PLACER ... A JUGAR PARA REAPRENDER ...
En algún rincón del alma está ese niño que juega, y que sale más allá de nuestros enormes esfuerzos por adulterarnos. ¿Podemos recuperar en la escuela el yo que no fue adulterado?? ¿Cuando será el momento en que los docentes legalicemos nuestras ganas de jugar para que podamos aprender junto con el otro? Cuando jugamos nos damos el permiso para equivocarnos, para sentarnos juntos en el suelo y reírnos hasta que la risa nos haga doler. Tal vez ser honestos nos facilite nuestra profesión, y con esa honestidad podamos encontrar las grietas por las que se filtre, como el agua, y, sea más significativo ese tiempo y ese espacio para jugar por placer, por profesión, por futuro.

No hay comentarios: