miércoles, 7 de abril de 2010

ANORMAL NORMALIDAD

Acabo de llegar a mi casa. Estuve una noche en la casa de mis padres que viven en una ciudad que hace tres días no dispone de agua corriente por un problema técnico. Una situación que es moneda corriente para un gran porcentaje de la población del mundo, con la diferencia que tampoco disponen del dinero para comprarla embotellada.
Al acostumbrarnos a la abundancia, olvidamos que nuestra vida cotidiana se sustenta en la comodidad de la inmediatez: giramos un grifo y tenemos agua; oprimimos una perilla y tenemos luz, aire fresco, calor. Todo lo que asumimos como normal (siendo que "normal" es aquello que responde a la norma, que no es excepcional) tal vez no lo sea tanto.
El concepto de normalidad es algo que nos ha vuelto sordos y ciegos y tontos ante la realidad en que viven un enorme número de hermanos, habitantes del mismo planeta, y seguramente, receptores de las consecuencias negativas de nuestra normal comodidad.
Cada familia elije la escuela para sus hijos, seguramente la más cercana. En Argentina, las escuelas rurales que se sembraron a lo largo y a lo ancho del país en el siglo XIX hoy están desapareciendo. En particular, las escuelas secundarias rurales son un factor generador de inquebrantable desigualdad y exclusión: ¿quien puede viajar diariamente 25 o 30 km para ir a la escuela?.
La norma, muchas veces, nos hace olvidar lo real. Lo que debe ser no es, aunque no lo veamos, aunque lo desconozcamos, aunque lo ignoremos.
La norma es abrir el grifo del baño y lavarnos las manos, cuando sale agua potable, cuando es hay agua, cuando hay grifo, cuando hay baño, cuando hay casa.

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